30 junio 2005

GATOS


Mi gata se llama Tara, yo la llamo tarita es una gata que vive rodeada de libros de todas las clases y especies yo la compro cuentos, pero la gustan aquellos que sale una bolita. Yo la quiero mucho.

17 junio 2005

CONSERVACION DEL LIBRO ANTIGUO


Conservación de los libros antiguos

Del futuro de nuestra biblioteca no podemos saber nada: si la malvenderán nuestros descendientes o, si por el contrario, la conservarán con orgullo y con cariño. Si perecerá por el fuego, las inundaciones o la guerra, o sí desafiará, inmutable, el paso del tiempo. Lo único que podemos hacer, en el breve lapso que dura nuestra vida (espantosamente corta), es asumir la responsabilidad de que aquello que hemos recibido de nuestros padres, lo legaremos, a su vez, a nuestros hijos, recordando con humildad que, con respecto a los libros, no somos más que sus compañeros de viaje y sus poseedores provisionales.
El material del que están hechos los sueños, es un material de pesadilla
Los libros contiene una amplia gama de materiales orgánicos (sustancias cuyo componente constante es el carbono) que incluyen el papel, las pieles, el pergamino, las telas, los adhesivos, etc. Por la naturaleza de la composición química de estos materiales, que están compuestos de un complejo de polímeros moleculares, estos envejecen y se deterioran hasta llegar a la ruptura de sus cadenas moleculares. Este fenómeno se llama despolimerización.
La velocidad del deterioro depende de la estabilidad inherente al material, en combinación con ciertas influencias externas, tales como el ambiente y las condiciones de uso y de almacenaje. Es difícil cambiar el carácter intrínseco de los materiales, pero, y esto es muy importante, se puede trabajar firmemente para controlar los factores externos que aceleran la degradación para retardar este envejecimiento.
Los factores ambientales que aceleran el deterioro incluyen la temperatura, la humedad, la luz (natural y artificial), la contaminación y los agentes biológicos. Cada uno de estos factores, si no es controlado, puede provocar por sí mismo, sólo daños específicos, pero combinados entre sí, pueden provocar daños irreversibles.
La higiene
El polvo que, inevitablemente, tiende a acumularse sobre los libros contiene agentes que aceleran su destrucción como esporas de hongos, microorganismos, partículas metálicas, grasas etc. Si este polvo llega a penetrar entre las hojas, producirá su abrasión en forma de manchas y, a largo plazo, su destrucción.
Esto hace necesaria una limpieza periódica del lugar, así como de las estanterías y de los propios libros. Debemos para ello seguir una secuencia lógica: techos, paredes, aberturas y pisos. En primer término lo que está arriba, ya que siempre caerá algo de polvo. Después se limpian las estanterías (empezando, también, por la parte superior). Para limpiar cada estante se deben retirar los libros y examinar cuidadosamente los estantes, identificando problemas como óxido, clavos salientes, restos de insectos, rastros de humedad, etc. Después se debe pasar una aspiradora con un sistema de filtro que retenga hasta el polvo más fino para impedir que éste vuelva al ambiente. Después se limpia cada libro, uno a uno, bien con la aspiradora (interponiendo algún tipo de malla plástica), bien con un trapo seco de algodón, pero nunca con un trapo húmedo ni con productos de limpieza. Por fin se devuelven los libros, en perfecto orden, a su lugar.
Temperatura y humedad
La temperatura debe ser estable y de aproximadamente 20º C. La humedad relativa debe situarse entre un 30 % (mínimo) y un 50 % (máximo). 20ºC de temperatura ralentiza las reacciones químicas dañinas y, es, a la vez, cómoda para trabajar. Respecto a la humedad, este intervalo permitirá que los libros no adquieran una rigidez perjudicial, sin llegar a acelerar las reacciones químicas degradantes. Si estos parámetros no se pueden cumplir exactamente, se debe intentar, al menos, que los libros no experimenten variaciones bruscas de humedad y temperatura, ya que continuas dilataciones, contracciones y condensaciones de humedad, lo dañarían irremediablemente.
Aunque estos parámetros se pueden mantener estables por métodos artificiales (aire acondicionado, humidificadores, deshumi-dificadores, etc.) sería aconsejable recurrir, por medio de ventanas abiertas, a una moderada corriente de aire y a una moderada entrada de luz solar.
Los insectos
Aunque existen numerosas especies de insectos que se alimentan de libros (más de 60 según el Instituto de Patología del Libro, de Roma), como la polilla del tejido, la carcoma, el pececito de plata, la termita de madera seca, etc. debemos, en lo posible, evitar la presencia de tóxicos y venenos en la biblioteca ya que encierran graves peligros, tanto para el libro como para el lector. Con un control razonable de higiene, humedad y temperatura, podemos evitar que estos huéspedes indeseables proliferen.
Si es inevitable, debemos recurrir a los venenos (siempre asesorados por un experto), depositándolos en zócalos y aberturas y nunca directamente sobre los libros. Tampoco, en ningún caso, se debe fumigar.
En caso de pequeños roedores, se deben clausurar todas las entradas y orificios por medio de mallas plásticas y cazarlos por medio de trampas mecánicas.
El uso
En lo posible debemos evitar, con conductas bárbaras, aliarnos con la temperatura, la humedad, los insectos y los roedores para acelerar la destrucción del libro.
De entrada no es aconsejable beber, comer y fumar en la biblioteca. Un ligero descuido puede provocar en los libros un daño irreparable.
Tampoco debemos leer el libro como si fuera nuestro enemigo, abriéndolo hasta llegar a los 180 grados. Debemos respetar el ángulo de apertura que la encuadernación permita y no sobrepasarlo, bajo el riesgo de romperlo.
Deben colocarse en las estanterías sin llegar a comprimirlos. En este caso, cada vez que saquemos uno, éste y los contiguos, sufrirán deterioro. Tampoco debemos sacarlos arrastrándolos desde la parte superior del lomo ya que esta parte acabará por romperse. Es mejor empujar hacia atrás los libros contiguos y tomar el elegido por el centro de las tapas, sin tocar el lomo.
En ningún caso debemos fotocopiarlos, ya que al mantenerlos abiertos sobre la fotocopiadora, dañaremos su estructura. Si es inevitable, es mejor sacar más de una copia y mantenerla como original para futuras reproducciones. Así evitaremos someter al libro a continuos esfuerzos.
Si todo esto ha fallado
Ante todo no hay que precipitarse. El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones y ciertas restauraciones pueden ser más nefastas para el libro, que todas las ratas del mundo.
La peor de todas las reparaciones caseras es hacer uso de las cintas autoadhesivas para pegar hojas rotas, tapas sueltas o cuadernillos desprendidos, ya que el adhesivo se degrada en poco tiempo, haciendo que la cinta se desprenda y dejando en el papel una mancha oscura e indeleble.
Tampoco debemos fiarnos de determinados encuadernadores, ya que estos supuestos profesionales, no harán sino guillotinar arbitrariamente los márgenes, excluir las cubiertas originales y proporcionar nuevas y vulgares encuadernaciones que nos impedirán leer cómodamente el libro.
Lo mejor, si el deterioro del libro se mantiene en los niveles aceptables, es hacerle una caja a medida, para mantenerlo operativo unos cuantos años más. Por otra parte, si creemos que el daño es realmente grave, debemos recurrir al consejo de profesionales.

EXLIBRIS Y DON QUIJOTE

Cuando Alonso Quijano decide convertirse en el caballero don Quijote de la Mancha para llevar la vida aquella que ha leído en los libros, la posible existencia anodina del humilde hidalgo se trueca así, por el poder que ejerce la palabra escrita, en una de las mayores gestas de la literatura universal.

Don Quijote en los exlibris. Génesis e historia

Exlibris de tema cervantino y/o quijotesco han sido adoptados por bibliófilos de los cinco continentes aunque, como es natural, son más abundantes en España que en otros países. La primera catalogación de los mismos fue terminada en 1992 de la mano del ingeniero José Herrero Angelats (1926-2000) el cual llegó a contabilizar 1957 exlibris. La última de ellas acaba de concluir en 2003 y ha sido realizada por el doctor italiano Gian Carlo Torre, mano a mano con el exlibrista y estudioso del tema José Miguel Valderrama Esparza y el editor portugués de las Enciclopedias del exlibrismo Artur Màrio da Mota Miranda. Dicha catalogación recogida en un libro recién salido de las prensas (La aventura de don Quijote en los exlibris) arroja un saldo de 2200 de estas pequeñas estampas de tema quijotesco realizadas por 800 artistas y pertenecientes a 900 titulares de todo el mundo. La lista, como es de suponer, se incrementa cada día que pasa pero ahí están los datos recapitulados hasta esa fecha.

El que mayor número de ellos ha realizado ha sido el artista checo Jaroslav Vodrazka (1894-1984) con más de 150 exlibris ejecutados para 58 titulares de 14 países, seguido por el portugués Eduardo Dias Ferreira (1921-1991) con más de 100 exlibris en su haber. De entre los coleccionistas, señalar a uno de ellos: al propio Gian Carlo Torre, cuya colección de más de 1300 exlibris de este tema ha sido cedida a la Cátedra Cervantes de la Universidad de Castilla-La Mancha para la elaboración, en un futuro próximo, de un archivo digital disponible en Internet para todos los estudiosos y aficionados, con lo que, con esta peculiar iniciativa, el desconocido arte de los exlibris llegará a un público mucho más amplio que el reducido círculo concentrado en las asociaciones y revistas especializadas.

Ya en el primer artículo publicado sobre este tema en España (octubre de 1875 en la revista “La Ilustración Española y Americana”) obra del extravagante sabio andaluz don Mariano Pardo de Figueroa, conocido de todos como doctor Thebussem, se daba cuenta de un exlibris cervantino. Reproducimos a continuación el texto por su minuciosidad descriptiva y porque, además, hubiera sido el primer exlibris inspirado en la figura de don Quijote en el mundo sino fuera porque en el texto, entre muchas verdades, el excéntrico polígrafo colocó alguna que otra broma y esta fue una –aunque hay todavía por ahí algún estudioso que lo da por cierto- La descripción del falso exlibris es la que sigue: “En mi librería Cervántica, conservo el mismo dibujo que adoptó Jacobo W. Thebussem, fundador de ella.- Trofeo formado con espada, lanza, alforjas y yelmo de Mambrino; en el borde de esta pieza se lee: Ex Bibliotheca Thebvssiana.- Al timbre un gato con letra Myv, y en segundo término una hoguera, en la cual arden libros de caballería. Para excusar el elogio de esta bellísima composición bastará decir que lleva la firma del célebre caricaturista inglés Hogarth- W. sp London. 1750”

Si este exlibris tan minuciosamente descrito por el hidalgo de Medina Sidonia es una invención el siguiente en el tiempo, datado en 1770, también es objeto de sospecha, aunque este último existe como tal. Se trata de un exlibris calcográfico realizado por el italiano Consalvo Corelli para el inglés H. Card de York en el que en un paisaje de ruinas clásicas se vislumbran las figuras estereotipadas de don Quijote y Sancho. Sin embargo, algunos estudiosos (Achille Bertorelli y David-Henry Prior) consideran que el exlibris en cuestión es un montaje realizado con un grabado original de Consalvo Corelli (datado en esa fecha) al que se añadió el nombre del inglés en tipografía a finales del siglo XIX. El lugar del delito sería Roma y su objetivo ser distribuido como pieza falsa entre los anticuarios extranjeros de la ciudad eterna.

Seguro, confirmado, localizado y reproducido es que en 1886 Víctor Prouvé realiza un exlibris para René Wiener en Francia. En esta estampa se representa a don Quijote ataviado con armadura y sentado sobre el lomo de un gigantesco libro abierto. En España parece que el primero es el realizado por Luis Doménech en 1887 para Leopoldo Rius y de Llosellas aunque aquí la única referencia es el título: un sencillo escudo se encuentra orlado por las palabras “biblioteca cervántica”. De este exlibris da cuenta Víctor Oliva en su artículo “Cervantisme” publicado en 1904 en la “Revista Ibérica de Exlibris”, siendo este el primer artículo sobre exlibris cervantinos que se daba a la imprenta. En él se incluía un primer censo con 14 exlibris.

Llama la atención, por otra parte, un número considerable de exlibris que, o bien, extrapolan las correrías de don Quijote a otra época (a la contemporánea o, incluso, yendo más allá, a la iconografía imaginaria actual), o bien, entresacan características o caracteres del pensamiento del Caballero de la Triste Figura para crear iconos nuevos.

Para no agobiar al lector pero sí darle información completa los estudiosos han dividido los exlibris quijotescos en trece categorías. A saber, 1) Cervantes, el retrato y episodios de su vida; 2) Don Quijote, la iconografía y el caballero; 3) Sancho Panza; 4) Las aventuras; 5) Los lugares de la novela; 6) La naturaleza; 7) La presencia femenina, el deseo; 8) La presencia de lo religioso y la muerte; 9) La biblioteca; 10) Las citas de la novela, 11) Las citas de la novela referidas a otras situaciones figurativas; 12) Don Quijote “in progress” y 13) Las situaciones de fantasía.

16 junio 2005

JOACHIN IBARRA-EL QUIJOTE

La primera actividad programada por la Comisión aragonesa para celebrar el IV Centenario de la aparición de la primera parte de El Quijote constituye un homenaje a la propia obra: la publicación del facsímil de la edición realizada en 1780 por el zaragozano Joaquín Ibarra, impresor entonces de la Casa Real y de la Real Academia Española, y uno de los mejores de todos los tiempos.
El Gobierno de Aragón ha querido recuperar y poner al alcance de todos los interesados El Quijote de Ibarra, considerado el segundo mejor libro impreso en el siglo XVIII, reproduciendo sus principales características, como la calidad del papel, la tipografía o la belleza de la tinta.
La de Ibarra se considera la primera edición moderna del Quijote, ya que se acomodan los textos y las escrituras a los tiempos que corrían y ha servido de base a las ediciones que se han realizado con posterioridad. Se compone de cuatro tomos elaborados bajo las premisas que marcaban el trabajo de Joaquín Ibarra, entre las que sobresale su cuidada y reconocible tipografía. No en vano el Gobierno de Aragón recuperó ese tipo bajo el nombre de su creador: "Ibarra".
La edición, enriquecida con 36 ilustraciones realizadas por Antonio Carnicero y Joseph del Castillo, se compone de cuatro tomos que comienzan con unas páginas sobre la vida de Miguel de Cervantes y el análisis del Quijote escritas por Vicente de los Ríos y por un prólogo de la Academia que ya apuntaba las excelencias impresoras de Ibarra.