12 agosto 2005

LA I.L.E Y LOS LIBROS


LA ILE : SU HISTORIA Y SU ACTUALIDAD
OBJETIVOS
  1. Conocimiento de la I.L.E.
  2. Importancia de la educación como eficaz antidoto contra la manipulación del individuo y contra el creciente fomento de la ignorancia y de las posturas intolerantes
  3. Desarrollo del espíritu crítico que sólo se consigue a través del conocimiento.

DESARROLLO

A/ EXPOSICIÓN PERMANENTE

  1. Contexto histórico : principios I.L.E ; principales representantes
  2. Principales realizaciones (Junta para la Ampliación de Estudios, Boletín de I.L.E., Museo Pedagógico, Misiones Pedagógicas, La Residencia de Estudiantes y la Barraca

B/ MONOGRÁFICOS SEMANALES

  • La Residencia como marco
  • Música, cine, pintura, literatura, La Barraca
  • La Ciencia y la I.L.E. Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, Severo Ochoa, Francisco Grande Covián .. Y visitantes ilustres : Einstein, Madame Curie.
  • La mujer y la ILE. Zenobia Camprubí, María Maeztu, María Goyri, Victoria Kent, Margarita Xirgu, La Argentina, Margarita Nelken...
  • Fundación Sierra Pambley
  • La I.L.E. actual

11 agosto 2005

Eloy Terron Abad y sus recuerdos de la Biblioteca Azcarate

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Eloy Terrón Abad fue un hombre altruista, modesto y bondadoso, un intelectual riguroso y un comunista abnegado. Desde sus propios condicionamientos culturales y biográficos, entendió siempre la filosofía al modo de Marx: como crítica sin contemplaciones de todo lo existente desde el compromiso político personal con la clase trabajadora y la superación socialista del capitalismo. Maestro socrático e intelectual del pueblo, tendría hoy que ser también un modelo moral y político para la intelectualidad transformadora y la izquierda española en general. Para lograrlo en un futuro inmediato, hay que estudiar y difundir su pensamiento y su obra, comenzando por poner la información más indispensable al alcance de todos, que es precisamente el objeto de este trabajo.
Por lo demás, a efectos expositivos, esta aproximación bio-bibliográfica se divide en tres partes: formación moral, política y profesional (1919-1951); docencia e investigación (1952-2002); y un maestro socrático y un intelectual del pueblo, a modo de conclusión
En su caso, resultó decisiva su integración, desde 1942, en el círculo de la biblioteca Azcárate y los poetas de la revista Espadaña, de León, dirigido por el cura Antonio Gonzalez de Lama, su primer maestro. Allí adquirió el hábito de ensayar visiones de conjunto de filosofía y de física, revisando y actualizando sistemáticamente sus conocimientos, para aprender a exponerlos mejor. Depuró sus modales y desarrolló el autocontrol y otras destrezas de la clase media tradicional, sin dejar de identificarse con los principios morales de la clase obrera. Y pudo experimentar en sí mismo, además, el sesgo clasista de la cultura académica, la dificultad consiguiente de los hijos de las clases subalternas para asimilársela y la trascendencia social de la potenciación política de su democratización radical.
«D. Antonio García de Lama era, no solamente generoso, sino que derrochaba sus conocimientos y sus experiencias más valiosas, hasta el punto de producirse una puja de generosidad intelectual. La principal virtud del grupo consistía en que cada uno de sus componentes se sentía estimulado a enriquecer el tesoro del grupo con algún conocimiento valioso; a la vez que cada miembro parecía buscar la admiración de las personas más conspicuas del grupo, don Antonio, Eugenio de Nora y Victoriano Crémer. Por lo que a mí se refiere, confieso que me esforzaba en buscar alguna idea, tema, pensamiento o teoría que me proporcionara la admiración al menos de estos tres miembros mencionados. En busca de este aplauso revisaba a fondo todos mis conocimientos y los actualizaba para tenerlos más presentes. Claro que era más difícil y menos atractiva que la de muchos de los otros, que cumplían sus ambiciones escribendo un soneto o un pareado ingenioso».
«Para mí el grupo no sólo era estimulante, sino que era donde yo ensayaba mis concepciones o visiones de conjunto, y, sobre todo, era donde comprobaba la claridad y la coherencia de las teorías que lograba elaborar; el existencialismo de Heidegger, de Sartre, la filosofía de Husserl, de Max Scheler, el Neopositivismo del Círculo de Viena, las grandes teorías de la física moderna; cuando los norteamericanos hicieron explotar la primera bomba atómica sobre Hirosima, yo supe explicar la base física de la famosa ecuación de A. Einstein. Sin embargo, envidiaba a los poetas miembros del grupo que escribían versos en Espadaña, la sorprendente revista creada y sostenida por don Antonio, Crémer y Eugenio. Yo no publiqué ni una sola línea en ella».
«Tuve mucha suerte en encontrar el círculo de don Antonio y, no sólo en ser admitido en él, sino en la buena opinión que éste tenía de mí. Eugenio me ayudó mucho a corregir rasgos de mi educación. Sin ellos yo no sería el mismo, ni intelectual ni moralmente; aunque reconozco que no han cambiado mis principios morales, pues sigo considerando a los trabajadores como mi norte y guía. Se depuraron mis modales y aprendí a controlarme mejor. Por otra parte, mucho más tarde me dí cuenta de que los hijos de los trabajadores, aunque tuvieran buenas condiciones para el estudio, solían fracasar por la falta de hábitos de “clase media”, tales como convertir el estudio en trabajo, acomodar a este último las condiciones de la vida familiar, respetar las horas de estudio habilitando para ello una habitación lo más cómoda y aislada, que todos los miembros de la familia consideraran el estudio como un trabajo duro y fácil de alterar, etc. Sin embargo, el estímulo más eficaz falta necesariamente en las familias, no sólo obreras, sino trabajadoras (pienso en la clase media baja) y consiste en la imposibilidad en que se encuentra el estudiante del tema de estudio para esclarecer las ideas que está adquiriendo: ésta fue la inapreciable ayuda que me proporcionó el círculo de don Antonio».

ESPADAÑA Y LA TERTULIA EN LA BIBLIOTECA AZCÁRATE


VIAJE DE FIN DE SEMANALeón: reino de espadañasSABAS MARTIN

Junto a los chopos, centinelas de los caminos, los negrillos y los álamos del Órbigo, entre madreselvas, cornizos, lúpulos, brezos y tojos, aún se reparten las espadañas por las tierras del que fuera asentamiento romano de la Legio VII Gemina, entre los ríos Torío y Bernesga. Su vinculación al paisaje leonés y su forma de combatiente espada fue el motivo por lo que se aceptó como emblema de Espadaña. Antonio G. de Lama, Eugenio de Nora y Victoriano Crémer fueron sus hacedores principales. La revista publicó 48 números desde 1944 a 1951 en que desapareció. Decir que Espadaña surgió sólo como reacción contra el formalismo estetizante, inocuo y acomodaticio de otra revista coetánea, Garcilaso, es simplificar un proceso bastante más complejo. Sin embargo, la historia literaria consagra esa radical disparidad. Frente a los garcilasistas, el grupo de León reivindicó la rehumanización de la poesía. Menos perfección estilística, menos metáforas y más gritos. Vida, vida, vida. Eso proclamaban en el silencio inerte de la España de la oscuridad franquista. Autores entonces prohibidos como Alberti, León Felipe, Lorca, Miguel Hernández, Neruda, Vallejo, junto a Aleixandre, Salinas, Celaya, Otero, Valverde, De Luis, Panero, Gamoneda, y prácticamente la totalidad más significativa de lo que habría de venir: Bonald, Barral, Hierro, González, Hidalgo, Ory, Bousoño... figuran en esa nómina de más de 1.500 escritores que hacen de Espadaña un documento insustituible de la poesía española de este siglo. La tertulia de la biblioteca de los Azcárate, en la actual Fundación Sierra-Pambley, fue el germen del nacimiento de la revista. Por allí pasaron también José Castro Ovejero y Josefina R. Aldecoa. Y allí va cotidianamente Antonio Gamoneda, director de la institución, aún poeta incipiente cuando publicaba sus versos en los últimos tiempos de Espadaña. Las ventanas dan a la Plaza de la Regla, de cara a la fachada de uno de los tesoros esenciales de la ciudad de León: la Catedral de Santa María, la Pulchra Leonina, prodigiosa sinfonía vertical de piedra, luz y vidrio. De tan estilizada e ingrávida, esta obra maestra del gótico parece siempre a punto de ascender a los cielos y dejar atrás a los cuervos y cigüeñas que, embandados, sobrevuelan sus erizadas agujas asimétricas. La Virgen Blanca y los santos y apóstoles que aguardan en la portada principal son el pórtico a la extraordinaria luminosidad que despliega la luz, cuajándose de matices cuando atraviesa hacia el interior del templo los 1.800 metros cuadrados de vidrieras, incluidos sus tres rosetones. De la conmoción que la catedral suscita en quien la contempla advierte Gamoneda: «Si de la suave mano de la noche / llegas a este lugar, oh caminante, / cuida tu corazón. Yo te lo aviso / porque el aire peligra de belleza». En la parte trasera de esta «cima de León», en la Plaza de la Puerta del Obispo, una placa recuerda el lugar donde vivió Antonio G. de Lama, el cura humanista, comprometido con el vuelo terrestre de la aventura poética de Espadaña.

04 agosto 2005

LOS RECUERDOS DE UN MAESTRO
ANTONIO GONZALEZ DE LAMA

La Historia, testigo siempre fiel de los tiempos, nos ha dejado la memoria de seres ilustres y maestros en los escritos de sus discípulos. Ya en sí mismo un discípulo es simbólicamente un hijo del alma de su maestro. Preciosa metáfora que utiliza Platón en el Fedro y en Las Leyes . Son pues innumerables los ejemplos de esta literatura en la que las obras del discípulo nos ofrecen el testimonio fértil ejercido por el maestro.
Sería imposible enunciar todos los casos, pero a título de ejemplo se me ocurren algunos: Platón y Jenofonte recuerdan a Sócrates, el filósofo Porfirio a su maestro Plotino. Gregorio el Taumaturgo nos presenta el modelo de maestro cristiano que fue Orígenes. Los Pitagóricos guardaron como un tesoro las enseñanzas de Pitágoras. Los psicoanalistas nos recuerdan a Freud, los marxistas a Marx y los kantianos a Kant, y así estaríamos, si lo quisiéramos, refiriendo un proceso interminable. Y este fenómeno es comprensible, pues obedece a un comportamiento universal del ser humano: ser portavoz de las ideas geniales de los hombres que han revolucionado la historia con pautas y decubrimientos paradigmáticos, tanto en el ámbito científico como moral.
Justificada de alguna manera mi pretensión, yo también quisiera, aprovechando la ocasión que se me brinda, rendir un tímido homenaje a un ilustre leonés, D. Antonio G. de Lama, maestro donde los haya, y cuya influencia rebasó con creces los límites regionales, nacionales e internacionales. Al afirmar esto no creo exagerar, pues muchos de sus discípulos han llevado su ciencia,su estilo y su pedagogía allende nuestras fronteras.
Haciendo un breve resumen de ilustres discípulos salidos de su escuela, se me ocurren: filósofos, como D. Ángel González Álvarez, inmediato sucesor en la cátedra de Metafísica de D. José Ortega y Gasset. Poetas como D. Eugenio de Nora, Antonio Pereira,Antonio Gamoneda, Angel Fierro, José A. Llamas Fernández, Paco A. Velasco. Novelistas, como Luis Mateo Díez, Agustín Delgado, José Mª Merino, Juan Pedro Aparicio, Jesús Torbado, etc.. Y así podríamos seguir citando una pléyade incalculable de autores que fueron testigos de la palabra y la pluma de aquel insigne y sabio cura leonés.
En este sentido son muy elocuentes las palabras de N. Miñambres, recogidas en un artículo : Panorama de las letras Leonesas y escrito para una obra de varios autores : La Ciudad de León, en el que glosando la figura de D. Antonio G. de Lama, se lee en algunos párrafos:” Parece imposible que un sacerdote, formado en un seminario de provincias, que ejerce su actividad pastoral en pueblos de mínimo renombre y en algún barrio de poca entidad en León, consiga una cultura de la categoría y profundidad de la que gozó este hombre y a la vez sea capaz de hacerla compatible con la filantropía, y la entrega con la que él supo proyectarla entre los jóvenes que frecuentaban la Biblioteca Azcárate ....” Y en otro lugar hablando igualmente de las dotes que la naturaleza le adornó como maestro dice lo siguiente: “ En torno a su persona ( nada sospechosa de veleidades intelectuales, dada su condición clerical ) va articulándose un grupo de intelectuales,escritores y poetas que necesitarán un cauce que aglutine sus inquietudes. Este será, dicho de forma rudimentaria, el nacimiento de Espadaña, tal vez el fenómeno poético mas relevante y original de la España contemporánea”.
Me llama especialmente la atención el paralelismo de este hombre, más sabio maestro que prolífico autor, con otros maestros de la Historia, como Sócrates, de los que se sabe que no escribieron nada, pero sin embargo sus discípulos no cesan de cantar sus virtudes. No es cierto, sin embargo, que D. Antonio no escribiera nada, pues durante muchos años sus artículos en el Diario de León,del que fue su director, crearon un estado de opinión sobre la vida corriente de una ciudad provinciana. Incluso mucho antes ya había destacado por su lucidez en la crítica literaria, con muchos trabajos, entre los que cabe destacar aquel que su alumno y amigo Eugenio de Nora le había enviado a la revista Cisneros en el otoño de 1943 y que rezaba : “ Si Garcilaso volviera, yo no sería su escudero, aunque buen caballero era...”.
Entre los múltiples legados que en el ámbito cultural nos dejó D. Antonio G. de Lama y por los que la ciudad de León debe estar muy agradecida, destacaríamos: el enriquecimiento y reestructuración de la fundación cultural Sierra Pambley, exigua representación en la ciudad de la Institución Libre de Enseñanza, cuya biblioteca, conocida como Biblioteca Azcárate, auténtica escuela y fecunda tertulia, organizó y dotó de material bibliográfico.Prestó igualmente una colaboración especialísima en la ordenación y perfeccionamiento de la biblioteca de la Diputación.Pero lo que le confirió fama de intelectual y hombre dotado para la Literatura y las Humanidades, fue la creacion, junto con los jóvenes e inquietos poetas de la época, de la primera revista de poesía y crítica literaria de la postguerra española : ESPADAÑA, ya citada por el gran poeta Dámaso Alonso, allá por la década de los años 40. La publicación de aquella revista significó una visión de futuro y una gran valentía para expresar una tímida libertad de pensamiento, así como, la primera oportunidad de expresarse, a través de la poesía, los jóvenes valores que comenzaban a despuntar en el alba del panorama literario de la postguerra
Lo que más me movió a escribir estas líneas fue el deseo de hacer partícipes a los demás, por el hecho de haber gozado personalmente de tal maestro, de las virtudes de un hombre que hoy, después de muchos años, sigue ejerciendo en mí su influjo didáctico.Y lo sorprendente no es que recibiéramos elevados discursos ni extraordinarios contenidos doctrinales.Por el contrario, lo realmente inolvidable de aquel hombre era su sencillo método de enseñanza, repleto de anécdotas de la vida, su capacidad para hacer fácil lo difícil. La Historia de la Filosofía que nos enseñó fue una Historia de la vida que no he olvidado jamás.
Nadie duda hoy, de entre los que le conocieron, que era un hombre de extraordinaria lucidez mental y de una erudición y cultura inigualable. En este sentido es necesario reconocer que su sabiduría no le vino de la asistencia a prestigiosas universidades, sino que la escuela nació de sí mismo , pues las circustancias de la época no le permitieron estudios universitarios. La diócesis se aprovechó de su talante y cultura exprimiéndole en todos los puestos que desempeñó.Y esta imposibilidad para disfrutar de un mínimo tiempo para el estudio era tal que en ocasiones le oí decir textualmente lo siguiente: “En este momento los únicos que pueden estudiar y formarse son los frailes, pues disponen de tiempo y de casas-madre en todo el mundo “.
Sin apartarnos aún de la misma temática, no olvidaré cómo nos describió una parte importante de su formación cultural. Recién ordenado cura fue destinado a un pueblecito próximo a la ciudad, de nombre: Viloria de la Jurisdición. Muy cerca de allí, en otro pueblo vecino ( Cembranos) se conservaba una casa señorial, herencia de un antiguo regidor de aquella comarca, y en cuya biblioteca se forjó su primera formación,bebiendo toda la cultura que se guardaba en aquellos odres viejos, que el tiempo había llenado de polvo.
Posteriormente, y como él mismo relataba con cierta sorna, con la disponibilidad que le permitía la escasa actividad de una parroquia pequeña, inició una serie de viajes semanales por las bibliotecas de la ciudad de León en el burro del Sr. Antonio, que cargaba de libros para estudiar semana tras semana. De este modo, y durante los pocos años que ejerció en Viloria, se construyó su propio edificio cultural, el que por desgracia la Universidad no le pudo ofrecer.
Sería interminable este trabajo si pretendiera relatar todas las anécdotas que oí de su voz gruesa y ronca. Pero como estamos en Asturias no quiero olvidarme de su paso por estas tierras. Como hombre culto y buen maestro fue invitado por el Seminario de Oviedo a impartir algunos cursos de verano a los profesores y alumnos, cuyas charlas hoy todavía bien recuerdan algunos. Sin embargo D. Antonio gustaba de pasear y charlar con los hombres del mar, de los que aprendió que en las mareas : “ sólo la luna, sólo la luna intervenía...” . Así nos lo contaba, queriendo decir que no todo en los libros se aprende, sino que también en la filosofía de la vida está el saber.
Con estas líneas he pretendido dos cosas : por una parte un reconocimiento al ilustre maestro, con el que, en mi fuero interno, tenía contraída una deuda por lo mucho que aprendí, y por otra parte extender su fama, entre los que no tuvieron la suerte de conocer su magisterio, para que puedan al menos admirarle en su obra, de la que hoy quedan aún muchos testigos.
JOSÉ ANTONIO LLAMAS MARTÍNEZ